El Banquete de Platón y La Magia de Aprender

Lo primero de todo, lo siento por publicar con semanas de retraso. Soy una persona bastante perfeccionista pero también un poco despistada; una mala combinación. Cómo esta es la primera entrada, me había metido presión porque quería que estuviera muy bien hecha, pero a medida que pasaban los días, no se me ocurría nada bueno que escribir, o tenía la impresión de que no sabía como plasmar todas mis ideas en palabras, lo cual es muy frustrante. Pero hoy me he despertado con ganas de escribir, así que aquí os dejo algunas ideas y reflexiones que sí he sabido redactar. ¡Espero que os gusten!

Durante la primera clase estuvimos descubriendo cómo se ha transformado el concepto de "institución educativa" y las metodologías de enseñanza a lo largo de la historia: partiendo de la Antigua Grecia hasta la actualidad, el Siglo XXI. Me encantó esta clase, no solo porque me fascina la historia (que también), sino porque me recordó mucho a mi padre. 

Veréis, desde pequeña he visto a mi padre como el gran maestro de mi vida. Solía pensar que no había nadie en el mundo que fuera más listo que él. Siempre me estaba enseñando cosas de matemáticas, de geografía, de historia, de literatura, de naturaleza... de todo, cualquier cosa, sin importar el qué - él siempre parecía saber un poquito de todo. Me encantaba escucharle, podíamos hablar durante horas y siempre quedaba fascinada por su mente y esa "chispa" de genialidad que tenía. Habiendo crecido con alguien así de inteligente y brillante, mi percepción en aquel entonces era curiosa, y pensaba que mi padre era mago, porque solo por arte de magia sería posible conocer tanto. 

Además, desde siempre me ha gustado jugar con mi imaginación y eso ha derivado en que, en algunas ocasiones, asociara a mis amigos, familiares, conocidos, etc. con personajes de películas. Esto podría ser por aspecto físico, por sus manierismos y gestos, su forma de hablar, su personalidad... por mil motivos. Así que teniendo esto en cuenta, debo reconocer que mi padre me recordaba bastante a Merlín de la película de Disney "Merlín el Encantador" (que era una de las que más veía en casa). Siempre me ha gustado su personaje porque no solo es el maestro del Rey Arturo sino que también tenía poderes, y pintaba el aprendizaje como un proceso mágico, emocionante y maravilloso. 

Con el tiempo, me di cuenta de que la "magia" de mi padre no era otra cosa que una curiosidad infinita; ese es el auténtico origen de su sabiduría. Él solía decirme cosas como "el saber no conoce límites", "a la cama no te irás sin saber una cosa más" y "por favor, nunca dejes de leer aunque sea antes de irte a dormir" durante mi infancia. Estas cosas me han marcado tanto que a día de hoy, solo con mirarle, me anima a seguir aprendiendo cómo hace él.

Total, me acordé de él durante toda la sesión, porque la noche anterior a esa clase, durante la cena, habíamos estado hablando precisamente de la Antigua Grecia y de mitología. Así que, como es uno de mis mayores referentes, quiero dedicarle esta entrada, en la que hablaré de esta época histórica y, más concretamente, de El Banquete de Platón, que fue lo que más me hizo reflexionar después de clase. ¡Vamos con ello!

Para entender El Banquete de Platón, antes es importante situarnos en el contexto educativo de la Grecia Clásica. A diferencia de hoy, no existían escuelas tal y como las conocemos, pero sí había espacios dedicados al aprendizaje y a la formación del ciudadano. La educación no solo se centraba en transmitir conocimientos técnicos, sino en formar individuos virtuosos y capaces de participar en la vida pública y el debate filosófico. En Atenas, el epicentro del pensamiento filosófico, la educación combinaba la paideia (formación integral del individuo) con la gimnasia y la música, cultivando tanto el cuerpo como el alma de forma equilibrada y en línea con el principio de "mens sana in corpore sano".

Con el auge de la democracia en Atenas, surgió la necesidad de educar a las élites en habilidades políticas y retóricas para participar en las asambleas. Este enfoque práctico y dialógico es el origen de las instituciones educativas más influyentes de la época: la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles. Ambas se encontraban a las afueras de la ciudad, rodeadas de naturaleza y promovían un aprendizaje integral, que incluía no solo la enseñanza teórica, sino también el ejercicio físico, el intercambio de ideas y la convivencia entre maestro y discípulos. Aquí os enseño el la pintura al fresco de Rafael "La Escuela de Atenas", (1510-1511) una obra que captura a los grandes filósofos de la Antigua Grecia, con Platón en el centro, señalando hacia el cielo como símbolo de sus Ideas eternas. 

Platón, discípulo de Sócrates, fundó la Academia en Atenas alrededor del año 387 a.C. Este espacio, considerado una de las primeras universidades del mundo, se convirtió en un referente del pensamiento crítico y la investigación. Platón creía que el conocimiento verdadero no se basaba en opiniones ni en la persuasión, sino en la contemplación de las ideas eternas. Su método pedagógico, el diálogo socrático, consistía en hacer preguntas que invitasen a reflexionar y a descubrir la verdad por uno mismo. Además, Platón desarrolló la dialéctica como método de aprendizaje, en el que el estudiante formulaba una respuesta (tesis) y el maestro se oponía a ella (antítesis) para llevarlo a una comprensión más profunda. Me parece curioso que este enfoque no se limitaba a la simple transmisión de conocimientos, sino que buscaba guiar al estudiante hacia una comprensión más elevada. Esto es algo que quizás deberíamos intentar recuperar e incorporar a las prácticas docentes actuales.

El Banquete es uno de los diálogos más conocidos de Platón y, aunque a primera vista parece que solo están hablando sobre el amor, en realidad es mucho más que eso. La obra muestra a un grupo de amigos que, después de un buen festín, deciden rendir homenaje a Eros, el dios del amor. De esta manera, cada uno de ellos da su perspectiva acerca del tema, las cuales van desde una visión más física y terrenal hasta otra más espiritual y filosófica.

Esto me hace pensar en el simposio, que era una tradición bastante común en la Antigua Grecia. Era una práctica social donde los participantes se reunían a discutir temas filosóficos mientras compartían vino. ¡Una mezcla entre charla intelectual y fiesta! Este ambiente relajado pero estimulante era perfecto para que las ideas fluyeran y las conversaciones fueran de lo más cotidiano a lo más trascendental, como vemos en El Banquete. Pero es Sócrates quien, inspirado por lo que le enseña Diotima, nos deja la idea más fascinante: el amor como un camino hacia el conocimiento. Según él, el amor comienza con la atracción por la belleza física, pero luego puede transformarse en un deseo más profundo por la belleza intelectual, hasta llegar a la contemplación de la Belleza en sí misma, esa realidad perfecta que no cambia nunca. Es decir, Platón nos demuestra que el amor no es solo un sentimiento romántico, sino una fuerza que nos impulsa a buscar lo eterno, lo verdadero y lo bueno.

Imaginar cómo aplicar la visión educativa de Platón hoy en día es un ejercicio interesante después de leer El Banquete. En un sistema educativo que muchas veces pone más énfasis en los resultados inmediatos que en el proceso mismo, recuperar el método dialógico podría cambiar por completo nuestra manera de aprender. En lugar de centrarnos solo en memorizar información, quizás tendríamos que darle más importancia a fomentar la reflexión crítica desde pequeños, al cuestionamiento constante y al debate abierto en las clases.

El Banquete me recuerda que el aprendizaje no debería ser solo una acumulación de información, sino un camino hacia la transformación personal, algo que nos ayude a crecer cultural y humanamente. ¿No sería genial si las aulas se convirtieran en espacios donde, más allá de las respuestas correctas, se valoraran las preguntas profundas? Donde los profesores, al igual que Sócrates, no solo transmitieran conocimiento, sino que inspiraran a los estudiantes a encontrar la verdad por sí mismos. Si la educación fuera un poco más así, el aprendizaje no sería algo que se acaba con un examen, sino un proceso continuo de crecimiento y descubrimiento. Además, creo que sería mucho más emocionante para los niños ir al colegio cada día sabiendo que este tipo de experiencias les esperan.

Al final, si adoptáramos este enfoque, tal vez podríamos recuperar un poco de esa "magia" que veía en mi padre cuando era pequeña: la idea de que el saber no tiene fin y que siempre hay algo nuevo por descubrir.



Comentarios

  1. Me ha parecido precioso el guiño a tu padre y me ha hecho pensar mucho tu reflexión sobre que el aprendizaje no debe limitarse

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  2. Que inspirador es tu blog Jimena, me encanta la forma en la que conectas tu lado más personal con la asignatura!

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  3. Me parece una maravilla la manera en la que tu padre y tú veis el saber. Me encantaría que la escuela se acercará más a los métodos de Platón, a algo más dialógico, donde se busque que los alumnos piensen, más que solo memorizar. Sin embargo, es algo muy complicado de implementar, ya que el sistema educativo ya está adecuado a la forma actual que todos conocemos.

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