La Cultura del Consumo: La Escuela como Escaparate

¡Hombreee! ¿Vosotros por aquí otra vez? Me alegro de que hayáis vuelto a consultar mi blog :) Debo advertiros que esta entrada es una continuación directa de la anterior, así que si aún no la habéis leído, os recomiendo que antes volváis atrás para tener el contexto completo y disfrutar mejor de esta reflexión (claro que, es solo una sugerencia así que sin presión). A modo de síntesis, en la última entrada estuvimos hablando sobre dos teorías estudiadas en clase que me dejaron pensativa: la teoría del cansancio, de Byung-Chul Han, y la modernidad líquida, de Zygmunt Bauman. Ambas me revelaron luces y sombras sobre la educación y la vida en nuestra sociedad actual, y me dejaron con una sensación extraña, entre identificación y tristeza.

Sin embargo, más allá de esa mezcla rara de emociones, despertaron en mí algo importante: la necesidad de seguir preguntándome por qué el sistema educativo muchas veces se siente tan desconectado de lo que somos y de lo que realmente necesitamos. Por eso no podía dejar ahí el tema; y me di cuenta de que todavía tengo un par de asuntillos pendientes y algunas cosas que quiero dejar por escrito en esta entrada para cerrar el tema de estas teorías. Así que, después de esa reflexión, decidí investigar un poco más sobre otras teorías interesantes, y casi por casualidad encontré una que me atrapó completamente: la cultura del consumo, de Jean Baudrillard. Hoy quiero contaros qué significa esta teoría y por qué creo que es fundamental para entender la educación en el contexto que nos ha tocado vivir.

Baudrillard, filósofo y sociólogo francés, nos ofrece una mirada profunda sobre cómo funciona el consumo en nuestra sociedad contemporánea. Según él, en nuestra cultura hemos dejado de consumir por necesidad, y ahora nos dejamos llevar por nuestros impulsos, por el deseo. Pero no un deseo cualquiera: es un deseo complejo que busca significado. Es decir, por poner un ejemplo, no compramos una camiseta simplemente para cubrirnos (que también), sino porque queremos comprar lo que esa camiseta representa — pertenencia a un grupo, tener una expresión personal, o lograr una diferenciación frente a los demás. El objeto deja de importar en sí mismo y cobra un valor auténtico por la imagen social que proyecta.

Lo que me resultó aún más potente en esta teoría es que Baudrillard no se queda en los productos materiales; al contrario, explica que hasta los conocimientos, las emociones, las relaciones interpersonales y las experiencias han pasado a ser mercancías dentro de esta lógica consumista. Ahí me di cuenta de que esta idea encaja muy bien con el mundo educativo en el que estamos inmersos porque a veces tengo la sensación de que aprendemos para “acumular” méritos: buenas notas, diplomas, certificados, cursos, títulos, menciones y actividades extraescolares, como si estuviéramos construyendo un catálogo de logros para mostrar al mundo. Y no digo que superarse y querer aprender sea malo, al contrario, es algo importantísimo, pero muchas veces ese deseo está contaminado por la necesidad de mostrar una imagen: la del estudiante perfecto, el profesional en potencia, el futuro docente exitoso.

En este modelo, podríamos decir que la educación se convierte en una especie de vitrina o escaparate, donde lo que importa no es tanto lo que realmente has comprendido o cómo te ha transformado el aprendizaje, sino lo que puedes demostrar, lo que puedes exhibir y vender de ti mismo. Si esto no os convence, os planteo las siguientes preguntas que quizás os hagan reflexionar tanto como lo han hecho conmigo: ¿Cuántas veces hemos hecho trabajos solo por la nota, sin pararnos a pensar si realmente nos estaba dejando algo? ¿Cuántas veces hemos sentido que lo más importante es tener algo que enseñar, más que haber vivido de verdad ese aprendizaje?

Además, no sé si es solo impresión mía pero las instituciones educativas parecen cada vez más preocupadas por “venderse” bien al público. Con esto quiero decir que se puede ver cómo promocionan proyectos con nombres llamativos, metodologías atractivas y resultados que se pueden medir y cuantificar. Esto lo conozco bien y sé de que hablo porque es la técnica que utilizaron para convencerme a mí y a mis padres para que estudiara el IB (bachillerato internacional) en lugar de hacer la EBAU (bachillerato nacional de España), diciendo que el programa iba a abrirme muchas más vías a escala internacional, y que las metodologías eran muy avanzadas porque promovían el pensamiento crítico... bueno, ya os lo podéis imaginar, dijeron de todo con tal de crear la mejor imagen posible de ellos mismos. 

Todo busca impacto, visibilidad y marketing, como si el aprendizaje fuera una experiencia estética lista para Instagram. Pero esta lógica no es solo culpa del sistema: todos la hemos interiorizado. Tengo que reconocer que en este cuatrimestre, me he sorprendido a mí misma porque he tenido momentos puntuales donde me he preocupado más por cómo va a quedar mi currículum que por si realmente disfruto o entiendo lo que estudio. Y justo entonces recordé una película que encaja perfectamente con esta idea: Fight Club ("El Club de la Lucha").

Esta película no  solo cuenta una historia sobre peleas clandestinas, sino que además realiza una crítica profunda a cómo la sociedad contemporánea se ha convertido en un gran simulacro, como diría Baudrillard. En la película, el protagonista vive una vida que parece perfecta en apariencia, pero que en realidad está vacía y sin sentido. Posee objetos de diseño, ropa de marca, muebles modernos, y todo está cuidadosamente elegido para construir una identidad que encaje en los estándares sociales. Pero ese “yo” que muestra al mundo es solo una fachada, un disfraz construido a partir del consumo.

Esto es justo lo que Baudrillard describe con el concepto de “simulacro”: una copia sin original, una realidad que ha sido sustituida por imágenes y signos que solo existen para ser mostrados y consumidos. En la sociedad del consumo, no compramos cosas por lo que son, sino por lo que representan. Y más allá de las cosas materiales, también adoptamos estilos de vida, emociones, relaciones y, muy importante, nuestras propias identidades como productos a vender y exhibir.

En Fight Club, cuando el protagonista se une a Tyler Durden y crea el club de pelea, está rompiendo ese simulacro. La violencia física, el dolor y el contacto real con el cuerpo representan la búsqueda desesperada de una experiencia auténtica, algo que no puede ser simulado, comprado ni falsificado. Es un grito contra lo falso, contra lo que Baudrillard llamaría “el simulacro”: esa realidad maquillada, superficial, que solo existe en la superficie.

Una frase que dice el protagonista que me impactó y a día de hoy sigo recordando es:
“Las cosas que posees acaban poseyéndote.”

Y eso me hizo preguntarme: en el ámbito educativo, ¿nos pasa lo mismo? ¿Nos posee la idea de éxito, de excelencia, de perfección? ¿Estamos estudiando para convertirnos en seres deseables para el mercado, o para encontrar algo verdadero dentro de nosotras mismas?

La teoría de la cultura del consumo me ha invitado a mirar la educación desde otro punto de vista, más crítico y profundo. Me ha hecho preguntarme qué tipo de conocimiento estamos generando y si ese conocimiento nos acerca a ser personas más libres, más sensibles y más humanas, o simplemente nos vuelve más competitivas y superficiales. También me ha recordado que aprender debería ser, sobre todo, una experiencia vital; algo que nos conecta con el mundo, que nos transforma, que nos incomoda a veces y que nos abre preguntas. No algo que tengamos que exhibir todo el tiempo. Como en Fight Club, quizás necesitamos más espacios donde podamos quitarnos las máscaras, romper con las expectativas y simplemente aprender por el placer —y la valentía— de conocernos.

¿Queréis seguir profundizando en estas ideas? Podríamos hablar más sobre cómo generar esos espacios auténticos de aprendizaje, donde el conocimiento no sea una mercancía sino una experiencia real y transformadora. Pero eso ya deberíamos dejarlo para otra entrada. Por ahora, os invito a reflexionar sobre cómo vivimos la educación hoy en día, y qué queremos que sea para nosotros en el futuro.


Comentarios

Entradas populares