
Cuando decidí leer el primer capítulo de la obra "La Sociedad Desescolarizada", escrita por el polifacético anarquista y filósofo, Iván Illich, lo primero que pensé fue algo así como: "este señor no tiene ni idea de lo que está contando, madre mía qué barbaridades dice...". Decir que al principio no me gustaban sus ideas es quedarse corto. Mi primera impresión desde luego no fue la mejor ni por asomo. Supongo que, en parte, se debe a que una de las críticas principales que hace, y que más incomodidad me causó, es la idea de que las prácticas de enseñanza de las escuelas no son tan buenas como creemos.
Si soy sincera, me molestaba porque lo que sugiere es que la sociedad funcionaría mejor sin instituciones educativas y sin docentes. En otras palabras, sería mejor sin nosotros. No es nada fácil aceptar que el camino profesional que has elegido o la institución a la que quieres pertenecer un día, podría estar haciendo más daño que bien. Por suerte, no estoy de acuerdo con Illich en todo, porque opino que en muchas cosas tiene una perspectiva demasiado radical, pesimista e incluso exagerada.

Una canción icónica que refleja una visión muy similar a la de Illich, es Another Brick in the Wall (Part II) de Pink Floyd, ya que ambos cuestionan si las escuelas realmente enseñan o simplemente moldean a los alumnos para que encajen en los esquemas de la sociedad y actúen acordes con sus expectativas. De ahí surge el famoso estribillo, donde los niños cantan en coro diciendo: "we don't need no education", es decir, "no necesitamos ninguna educación" como protesta hacia las instituciones.

Dicho esto, desde su punto de vista, resulta evidente que en la actualidad hemos creado una imagen idealizada de la escuela y lo que debería ser: por ejemplo, una herramienta igualitaria e imprescindible para reformar la sociedad positivamente desde su origen - los niños. Un concepto bonito en teoría, pero para Illich, nada más lejos de la realidad. Entre otras cosas, dice que la escuela no es la gran igualadora social que nos han vendido. De hecho, sostiene que el sistema escolar beneficia a las familias con más recursos porque pueden acceder a una mejor educación sin gastar tanto, mientras que las familias más pobres no solo tienen menos opciones, sino que además ven cómo sus hijos son marginados. Esto me recuerda a la letra de otra canción: "Another day in paradise" de Phil Collins, porque al igual que la canción denuncia cómo la sociedad ignora a los más vulnerables, Illich critica cómo el sistema escolar, lejos de reducir las desigualdades, perpetúa la exclusión de los más desfavorecidos.
Illich dice, de forma bastante provocadora, que "la escuela les enseña a pensar como ricos pero les condena a vivir como pobres". Esta fue una de las frases que más me impactaron y, aunque este planteamiento tiene algo de verdad –la desigualdad dentro del sistema educativo es real–, me parece una visión demasiado simplista. Si eliminamos las escuelas, ¿qué alternativa viable tendrían las personas con menos recursos? No creo que el aprendizaje autogestionado y las "tramas de aprendizaje" que propone Illich puedan sustituir el acceso a una educación pública y de calidad; o al menos no por sí solas.
Otro de sus argumentos es que el sistema escolar nos ha lavado el cerebro con los años para que confundamos "la enseñanza con el saber". Según él, las escuelas nos han hecho creer que recibir un diploma o un certificado –que al final no es más que un trozo de papel– equivale a poseer conocimientos reales y competencias. Y, si lo piensas, algo de razón tiene. Seguro que todos conocemos a alguien que, con un título bajo el brazo, no tiene ni idea de lo que se supone que debería saber. ¿Significa eso que deberíamos abolir las escuelas? Aquí es donde me empiezo a desmarcar de Illich.
En cierto modo, las ideas de Illich me recuerdan a la película Captain Fantastic (2016), dirigida por Matt Ross. En la película, un padre decide criar y educar a sus hijos lejos del sistema tradicional, en plena naturaleza, enseñándoles filosofía, literatura, supervivencia y a cuestionarlo todo. Es una especie de sueño anarquista hecho realidad. A Illich le hubiera encantado verla, estoy segura. Y aunque, al principio, parece que los hijos tienen una educación increíblemente completa, la película no tarda en mostrar las grietas de este enfoque. Por mucho que el sistema tenga fallos, creo que hay cosas que no se pueden aprender solo con autogestión. Al final, la educación institucionalizada también proporciona una serie de beneficios importantes como: habilidades sociales, convivencia con la diversidad y estructuras que no se pueden replicar fácilmente en casa o en espacios no formales, las cuales son muy enriquecedoras.
Así que, aunque entiendo algunas de las críticas de Illich, no puedo evitar pensar que su visión es demasiado extremista. Sí, el sistema educativo necesita cambios profundos para ser más igualitario y accesible, pero la solución no es eliminar las escuelas. Más bien, creo deberíamos trabajar desde dentro para transformarlas y hacerlas mejores. Porque, aunque suene idealista, todavía creo que la educación puede ser una herramienta de cambio social, y no solo un mecanismo de control.
Jimena! Me ha encantado tu entrada. He leído unos cuantos blogs y ninguno, hasta lo que he llegado a leer, ha cuestionado la opinión de Ivan Illich. Me gusta mucho tu punto de vista y tu opinión sobre buscar una alternativa. Un beso!
ResponderEliminarJimena, me encanta el enfoque en el que has centrado la lectura. Desde luego, yo no habría caído en muchas cosas que has mencionado. Me encanta también cómo lo has relacionado con otros temas. Gracias!
ResponderEliminarMe encanta la estética de tu blog y el carácter tan personal que le das, en concreto esta entrada me ha hecho reflexionar mucho!! Muchas gracias por plantear las entradas de una manera entretenida y bonita!
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